Sismo en México: ocasión para la fraternidad

Ciudad De México. El martes 19 de septiembre del 2017 un sismo de magnitud 7.1 se registró entre los límites de Morelos y Puebla, justo cuando se cumplía el aniversario 32 del devastador sismo de 1985 en la Ciudad de México.
Víctor Vorrath

Apenas el 7 de septiembre un sismo de magnitud 8.2 había dejado severos daños en Oaxaca y Chiapas y comenzaba a llegar la ayuda a muchas comunidades rurales.

Seis estados de nuestro país resintieron el temblor, pero los daños y los fallecimientos fueron particularmente graves en la Ciudad de México, Morelos y Puebla. El Gobierno federal ha indicado que hasta el momento hay más de 300 víctimas fatales en todo el país por este siniestro y tan sólo en la Capital hay más de 150 decesos.

En la parroquia de María Inmaculada de la Ciudad de México, donde viven los padres de la Fraternidad San Carlos Borromeo, ha habido un acercamiento con una familia que perdió a su hijo tras el colapso del Colegio Enrique Rébsamen, donde fallecieron 19 alumnos y 6 adultos mientras se desarrollaban las clases.

“La parroquia de los padres ha estado muy cerca de la zona del desastre, así como nosotros también, pero los padres han vivido en carne propia la presencia de los papás de un niño que falleció en el Colegio Rébsamen y ahí fueron a pedir un nicho de la parroquia. El padre David Crespo me expresaba todo el drama que vivía a nivel personal ante esta situación, ¿qué responder a estas personas que han perdido a su hijo único?

“Por otra parte, Raquelita, hija de mi hermana Alma, ha estado en los frentes de batalla, porque por parte de la escuela iba a ir a Oaxaca a apoyar a las víctimas del sismo anterior, ella estudia enfermería. Primero vivió el drama de su escuela que se destruyó mucho y luego ya no se fue a Oaxaca. Ha estado muy cerca el drama de personas que están esperando el rescate de sus familiares, de personas que están sepultadas bajo los escombros, ha sufrido mucho, pero ha sido muy fuerte”, compartió Max Pineda, responsable de la comunidad de Comunión y Liberación en la Ciudad de México.

Tras el sismo, Hugo León acogió a María José y a Yurizi y Azael en su casa, ya que edificios cayeron cerca de sus viviendas y hubo interrupción de luz y agua en la Colonia Portales. Yo mismo he sido ayudado por los Memores Domini y por Lulú Pineda, ya que recibieron a mi familia después del sismo, debido a que nos quedamos sin luz ni gas durante tres días mientras las autoridades descartaban riesgos en Tláhuac, donde se abrieron grietas enormes en las calles, hubo edificios con fallas estructurales y donde un tren del Metro se descarriló, lo que obligó a la suspensión del servicio.

Román reconoció que, frente a al desastre, lo más razonable para él fue rezar y cantar el himno ‘Ustedes que aman al Creador’, ya que la Virgen es un referente para poder abrazar todo el dolor que experimentan muchos mexicanos en este momento.

“Al ver escombros, al ver la escuela derrumbada, al ver mi inútil ayuda y cómo mi presencia resultaba más estorbosa que de ayuda, se me ocurrió rezar y cantar esta canción, que siempre me parecerá la más profundamente hermosa, porque resume toda la experiencia humana por la que he sido alcanzado, aquella donde lo divino y lo humano se reúne en una sola persona: la Virgen, aquella mujer que con su sí cambió el rumbo de la historia, ella comprende el dolor de tantos padres que perdieron a sus hijos, niños inocentes que nos hacen voltear hacia nuestra fragilidad. Sigo sin entender, quizá no me baste mi vida para comprender tantas cosas, pero hoy me fío de ti, Señor, porque sin Ti todo parece sin esperanza y me dan ganar de rendirme una vez más”, expresó Román.

Amedeo Orlandini reconoce que tras el sismo la primera pregunta qué brotó fue ¿qué hacer?, pero pronto se dio cuenta que la sociedad mexicana se movilizó con gran solidaridad. Con el resto de los Memores Domini empezó a preparar sándwiches para entregar a los voluntarios que ayudaban en las zonas de desastre.

“Es una pregunta que a muchos inmediatamente nos crea desaliento y un poco de confusión, porque es evidente que ningún hacer está a la altura de responder a las necesidades de una circunstancia como esta. La primera cosa que hice es ofrecer mi tiempo y mi trabajo de este día. En realidad, es lo que más se nos pide, es lo que nos recordó Carrón con una frase de don Giussani: ‘cualquier expresión de un movimiento como el nuestro, si no hace nacer desde lo íntimo de las vicisitudes concretas que se viven el llamado a la memoria de Cristo, no vale. Más aún, empeora la situación de lo humano porque favorece el formalismo y el moralismo’. Así que, aún sin descuidar lo que la emergencia nos pide, lo más urgente que sentí fue usar mi tiempo con esta consciencia, preparando mis clases, aprovechando que las escuelas estaban cerradas. Me doy cuenta que esta es la más grande oportunidad que nosotros tenemos todos los días y que muchas veces descuidamos”, dijo.

Amedeo indicó que el drama de la emergencia llevó a plantear una pregunta más radical a la de ¿qué hacer?: ¿quién soy?

“La respuesta es: soy frágil y estoy en manos de Dios. De hecho, comentaba con un amigo, la expresión muy difundida en México ‘primero Dios’ frente a esta circunstancia deja de ser una manera de decir y aparece en toda su verdad: estoy en las manos de Dios y la evidencia dolorosa es que normalmente no vivo conscientemente esta verdad radical. El primer fruto de esta circunstancia ha sido esta toma de consciencia y, como nos recuerdan los obispos en su comunicado, reconocer ‘el consuelo que de Dios hemos recibido’, es decir, la gracia del encuentro y de la compañía humana que nos es dada”, compartió Amedeo.

Atendiendo el llamado de los Obispos, se nos pide recuperar la oración como “principio de la caridad”, ya que sin esta expresión de nuestra necesidad y de la necesidad del mundo que se trasforma en petición todo es formal y moralista.

También se nos solicita a apoyar en la atención integral, espiritual y psicológica de las personas, lo cual muchas veces se olvida. Particularmente se debe mirar a quienes ya no tienen casas o que perdieron a sus familiares

“Es muy importante que se sientan acompañados en su dolor y desesperación. Creo que esto será todavía más necesario en los próximos días pues, pasada la inmediatez, se corre el riesgo de olvidar a estas personas, muchas de las cuales están en los albergues. Aquí hay que estar atentos a las indicaciones de la Iglesia, de las parroquias y de las autoridades”, indicó Amedeo.

El 23 y 24 de septiembre los obispos promueven una colecta a nivel nacional para las necesidades generadas por el sismo, por lo que es conveniente considerar adherirse a ella.