Todo se juega en la relación con el Padre

Descubrí cómo el juicio de la escuela de comunidad me libera, y me introduce otra vez en lo concreto de la vida, con una mirada nueva, la de ser hijo: ahí se juega todo

Me llamó la atención del punto 3 de la Escuela de comunidad: “El mal y el olvido”, cómo nos dice Don Carrón lo que es el pecado: no es la falta de energía, de fuerza de voluntad, de coherencia, eso es síntoma de la tendencia al moralismo. La experiencia del pecado es literalmente perder la conciencia del Padre, suspender la tensión por mantener viva esta conciencia.

Uno de estos días pasó un evento con una de mis hijas; en algún momento en el que ella nos contaba lo que había sucedido, reaccioné con el deseo de yo hacer la realidad, de darle la felicidad a ella, y hasta de resolver cada uno de sus problemas. En el transcurso del día, platicando con mi esposo, me descubrí triste, algo no me encajaba, él también me hizo alguna observación de lo que leímos en la Escuela, de lo que escuchamos ahí. Esto me ayudó a que lo que había pasado con mi hija no me determinara, y a juzgar con una mirada nueva lo que había sucedido.

En la oración de la noche me di cuenta de que la única posibilidad que tengo de ser libre de mis medidas, hacía mí y hacía los demás, se juega en esta relación diaria con el Padre, en ser hija como, dice Carrón, y se juega para mí en hechos concretos, en una elección diaria, pues tengo la tentación todos los días de que, en lugar de leer la escuela de comunidad, hacer mil cosas más, no sólo redes sociales, sino también cosas productivas en mis labores cotidianas en casa; igual con la misa diaria o con el simple gesto, como dice Carrón, de rezar el Padre nuestro despacio, con este abandono y conciencia. Sin esta ayuda, para mí todo sería moralismo (pues es mi tendencia) o todo se reduciría a nada, es decir a comer bien, a tener una linda familia, un empleo, etc.

Empiezo a entender que no es que yo no me enoje, no reaccione o no traicione más. Sino que, si soy consciente de la relación con el Padre, esto me ayuda a ser más fiel a la experiencia de vivir intensamente lo real, más libremente, por qué sé que pertenezco a un lugar, a una casa en donde habita el Padre.

Eva González, Coatzacoalcos