A la derecha, Bruno Gelati en peregrinación a la Basílica de Guadalupe con los amigos de CL México

¡Qué grande ese muchacho!

Ciudad de México. El adiós a Bruno Gelati (Huellas, Julio/Agosto 2003)
Nuria Mendizábal y Maximino Pineda

Llevaba dieciocho años en Ciudad de México donde vivía en la casa de los Memores Domini. El momento de la despedida hace relucir el fruto de una vida empleada en el seguimiento fiel y afectuoso. Así lo recordamos «como un miembro mayor de la familia, no por sus años sino por su presencia»

La madrugada del sábado 7 de junio, en la víspera de Pentecostés, nuestro queridísimo amigo Bruno Gelati sufrió un infarto mortal. Fue un hecho absolutamente imprevisto, que nos ha llenando de dolor y preguntas.
La noche anterior, junto a los demás Memores Domini, había asistido a misa; luego, cenando juntos, comentaron algunos pasajes del libro de Massimo Camisasca sobre los orígenes de Comunión y Liberación. Bruno estaba muy contento y había hablado precisamente de sus primeros años en CL, de cómo repartía panfletos a sus compañeros de trabajo en la planta industrial donde trabajaba. «Lo importante no son tanto las relaciones que uno establece - decía - sino cómo propone su experiencia y se pone en juego en primera persona. El anuncio siempre consiste en afrontar la situación desde lo que uno es y tomar postura ante la realidad».

De Reggio a México
Bruno esta en la raíz de la historia de CL en México. Llegó desde Reggio Emilia hace diecisiete años, junto con Amedeo y Stefano, para establecer la primera casa del Grupo Adulto. Ya en Reggio había sido uno de los primeros miembros de Comunión y Liberación Trabajadores (CLL) a comienzos de los años setenta y se había comprometido luego en el trabajo sindical. A mediados de los setenta había participado en las primeras Escuelas promovidas por las familias del movimiento en la misma ciudad. A finales de 1985 decidió ir a Mexico, obedeciendo a «esa forma de enseñanza a la que había sido entregado» y de la que fue creador entre nosotros.
Desde las primeras horas del sábado comenzó a llegar a la Capilla ardiente gran número de personas, también alumnos a quienes impartió clases, profesores colegas suyos y sacerdotes que le conocían. Una multitud de caras conocidas y desconocidas, amigos de todas partes y de todos los ambientes.

Remitía al Misterio
El domingo de Pentecostés celebramos una misa solemne de cuerpo presente en la Parroquia de la Inmaculada Concepción. En compañía de los sacerdotes de la Fraternidad de San Carlos Borromeo, asistieron unas doscientas cincuenta personas llegadas de todo el país, amigos del Movimiento Focolar y de la colonia italiana.
El martes 10, el nuncio apostólico, mons. Giuseppe Bertello, comentó durante la homilía que Bruno fue un hombre que vivió siempre vigilante, un hombre previsor y atento, pues su vida estuvo determinada por la fe en Cristo.
La muerte de Bruno nos remite a Dios. Su vida estuvo marcada por una humanidad fascinante. Todos los que lo conocimos sabemos que había algo en él que remitía al Misterio. Su “sí” a Cristo en la vocación de los Memores Domini lo transformó para los amigos del movimiento y para muchos otros en un compañero fraternal y paterno, cuya característica fundamental siempre fue una profunda alegría.