Nuestra revista

«Construir la Iglesia»
Litterae Communionis n.7, noviembre 2024EDITORIAL
El fuego
Las imágenes de la reconstrucción de Notre-Dame de París acompañan a la revista de este mes. En la vigilia de la Inmaculada, el próximo 7 de diciembre, el trabajo de más de dos mil obreros y artesanos devolverá al mundo esta catedral cinco años después del incendio, no sin polémicas por las decisiones tomadas durante su restauración, pero llevando el aliento de algo que va más allá de una construcción meramente humana. La belleza del signo. «Es un don de Dios y un don para Dios –recordaba el arzobispo de París, Laurent Ulrich–. No olviden que los hombres hicieron humildemente lo que Dios les pidió para mostrar la fe católica. Por tanto, no estamos orgullosos de lo que se ha hecho. Simplemente estamos agradecidos». Es «simplemente la alegría de toda una ciudad que encuentra aquí su corazón y que sabe que este es el lugar donde todos pueden venir a encontrarse consigo mismos».
La construcción de diversos lugares, lugares que son signo de lo divino en medio de la vida de todos, y de todos los días, es lo que muestran estas páginas a través de la voz de gente que vive en un barrio de la periferia de Santiago de Chile, o aparentemente solos en un país islámico, o en la secularizada Suecia, o en Rusia… o a nuestro lado. Como los que partieron rumbo a Brasil en los años 60 y siguen de misión aquí y ahora. Decía don Giussani que colaborar en la construcción de la Iglesia es la tarea, y que siempre es posible, «ya estemos en medio de una plaza o en una prisión, ya tengamos en las manos una escoba o un bolígrafo para escribir, ya estemos en una posición visible, conocida por todos, o en un lugar oscuro, desconocido, dondequiera que estemos». Estaba convencido de que ninguna situación puede impedir el encuentro con Cristo, que sigue aconteciendo en la compañía de los creyentes, penetrando en el corazón de los hombres y de la historia.
El Papa ha convocado el Sínodo justamente para proponer una Iglesia que no se quede «enredada en su burocracia sino que siente pasión por la humanidad, siente la necesidad de llevar a Cristo a todos», como dice en estas páginas monseñor Paolo Martinelli. Llevarlo allí «donde viven los hombres y mujeres de nuestro tiempo, donde sufren, esperan, caen y se levantan, buscando algo que pueda dar sentido a la fatiga de cada día y cumplimiento a la vida entera». Al cierre de esta edición, los trabajos sinodales seguían su curso. Francisco ha recordado insistentemente que la Iglesia semper reformanda no puede caminar y renovarse «sin el Espíritu y sus sorpresas». «Estamos en camino –decía– como misericordiados, hacia el pleno y definitivo cumplimiento del amor del Padre. No olvidemos esta palabra: somos misericordiados».
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