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«La paz esté con todos ustedes»
Litterae Communionis n.6, junio 2025EDITORIAL
Paz, justicia, verdad
«¡La paz esté con todos vosotros!». En su primer saludo tras ser elegido Papa, León XIV hizo suyas las palabras con las que Jesús se dirigió a los discípulos después de su Resurrección. Ese deseo de una vida nueva, plena, alegre, correspondiente con lo que todos los hombres anhelan. Una promesa, una esperanza que brota de un origen que el pontífice indicó claramente: «Proviene de Dios, que nos ama a todos incondicionalmente. Estamos todos en las manos de Dios. Cristo nos precede», añadió desde la Logia de las Bendiciones. «El mundo necesita su luz. La humanidad lo necesita como puente para ser alcanzada por Dios y por su amor».
La paz de Jesús es también un compromiso de cada uno. León pedía ayuda al pueblo que abarrotaba la plaza de San Pedro para «construir puentes». «Quiero caminar con vosotros, como Iglesia unida buscando siempre la paz, la justicia, procurando siempre trabajar como hombres y mujeres fieles a Jesucristo, sin miedo, para proclamar el Evangelio, para ser misioneros». Paz, justicia, verdad, son las palabras clave que el Papa propuso unos días después a los diplomáticos acreditados en la Santa Sede. Les recordó que la paz es «un don activo, apasio-nante, que nos afecta y compromete a cada uno de nosotros, independiente-mente de la procedencia cultural y de la pertenencia religiosa, y que exige en primer lugar un trabajo sobre uno mismo». Es decir, un valor que requiere una educación. Pero no solo eso. «Ciertamente, es necesaria también la voluntad de dejar de producir instrumentos de destrucción y de muerte porque, como recordaba el papa Francisco en su último mensaje Urbi et Orbi, “la paz tampoco es posible sin un verdadero desarme [y] la exigencia que cada pueblo tiene de proveer a su propia defensa no puede transformarse en una carrera general al rearme”».
«Os invito a acompañarme en la profecía por la paz», pidió el papa Francisco al movimiento de CL en la audiencia del 15 de octubre de 2022. En esta línea se sitúa el artículo de Davide Prosperi publicado en La Repubblica a mediados de marzo. El punto de partida es sencillo y retoma algo que todos los Papas han repetido durante el último siglo: la fuerza de destrucción de las armas, multi-plicada por el desarrollo de la tecnología militar, ha alcanzado un potencial de-sastroso. Las guerras de hoy ya no se combaten entre ejércitos enemigos, sino que atacan directamente a las poblaciones. Y la capacidad bélica desplegada es mucho más devastadora que cualquier terremoto. Es una postura realista, no un llamamiento meramente simbólico. Un juicio ideal e histórico al mismo tiempo, y estas páginas ofrecen una ocasión para seguir profundizando en ello.
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