México. Donándome, mi corazón está alegre
Lulú Pineda, maestra jubilada de primaria, ha tomado la iniciativa de acompañar a niños y niñas a través de la tecnología, con un espacio de lectura de diversos cuentos. «En esta experiencia, verifico que tengo un lugar al que pertenezco»Estoy iniciando la cuarta semana de conexiones digitales con niños, hijos de amigos y familiares. Son dos grupos en horarios diferentes. ¡Qué experiencia! Al conectarlos a la plataforma van apareciendo sus caritas, uno a uno, o dos (cuando son hermanos). No puedo al verlos, no pensar en sus padres: ¡mis amigos! Me estremece escuchar sus voces en coro al responder el Ave María con el que iniciamos cada sesión. En esta experiencia, verifico que tengo un lugar al que pertenezco y que me ha ayudado “[...] a percibir y sentir las cosas, a captarlas intelectualmente, a juzgarlas y a tener el deseo de proyectar, de decidir y de obrar” (Crear Huellas en la historia del mundo, p. 80).
Soy maestra de primaria, desde hace dos años me jubilé, pero la nueva ley no me favoreció para tener una pensión digna, por lo que requiero seguir trabajando. Al mismo tiempo, mi salud se vió afectada por una enfermedad crónica y degenerativa que a veces me inmoviliza físicamente. Por tales razones, consideré llevar a cabo talleres de lectura para niños para desarrollar habilidades lectoras, y adquirir aprendizajes de una manera divertida e interesante. Esta actividad había sido un éxito en la última escuela donde trabajé, y me agrada mucho hacerla. Así que, inicié el año pasado dos hermosos proyectos de lectura en donde participaron pocos niños (nueve), pero el que disfrutamos mucho. Con el deseo de que participaran cada vez más niños, el costo fue económico.
Para este año ya tenía preparados otros dos proyectos, pero nos alcanzó la Pandemia y, a partir del 23 de marzo, todos los estudiantes tuvieron que quedarse en casa. Yo, desde una semana antes lo hice: primero porque las recomendaciones de Carrón ya nos habían llegado: suspender todo tipo de reuniones; segundo, por mi condición de salud, que me hace ser más vulnerable al virus.
En esa primera semana, estando con mi hija de 16 años, la empecé a observar muy presionada y estresada por la inmensidad de tareas y trabajos que todos sus profesores les estaban dejando vía internet. Solo se levantaba de su escritorio a comer. Eso me llevó a pensar si los chicos de primaria empezarían a tener una experiencia similar, pues la autoridad educativa del país lo había planteado así: no eran vacaciones, habría que continuar los aprendizajes en línea, y los profesores debían de mandar las indicaciones.
Conociendo las características de los niños de primaria, suponía que este encierro les iba a significar verdaderamente un fastidio si no recibían alguna otra propuesta interesante. Entonces, con el deseo de poder ofrecer una hora de “placer”, “descanso” o “relajación” y al mismo tiempo de “diversión”, me lancé a hacer las primeras invitaciones, aún sin tener mucha experiencia en las nuevas tecnologías de comunicación. Mi hija mayor siempre me había insistido en que hiciera mis proyectos en línea, finalmente, di el paso (¡tenía que suceder algo relevante como lo ha sido el Covid 19!).
Hice primero a los padres de los chicos que ya me conocían, e inmediatamente dijeron que sí. Es verdad que hemos tenido dificultad en la conexión, y también existen los límites para hacerles una dinámica lúdica de movimiento corporal, pero, por otro lado, le hemos encontrado todas las ventajas que nos ofrece la tecnología, desde compartir mapas, imágenes, música, o simplemente vernos y escuchar nuestras voces.
Resulta bellísimo conectar a personitas entre las cuales ya nos conocemos, porque convivimos cada año en las vacaciones de verano del Movimiento. Así están participando en la conexión: Mateo, que vive en Puebla; Daniel de Oaxaca; Emiliano y Regina de Coatzacoalcos; José Joaquín, Juan Antonio, Raquel, María, Bruno, Matías, Juan, Xabi, Simón, Guillermo, Atziri, Bruno Manuel, Paolo y Paula, que son de la Ciudad de México.
Esta actividad me ha resultado un gran reto. Me aventuré con cierto temor de no lograr “enganchar” a los chicos para que permanecieran participando. No es lo mismo coordinar una actividad con niños presentes físicamente que hacerlo a través de una pantalla. Habría que poner reglas sencillas pero claras, sobretodo porque les encanta estar “picando aquí y allá” teclas para descubrir más funciones de la plataforma.
Los libros que les he propuesto son de diversos géneros, como el de la semana pasada, Ecos del desierto, que nos ha permitido compartir conocimientos de diversas áreas desde la geografía, las matemáticas, los problemas sociales, económicos y la cultura de ciertos lugares, hasta aprender a mirar a los personajes en toda su humanidad. El de esta semana, Agencia de detectives escolares, es una trama muy divertida y misteriosa, con cierto realismo (con el que seguramente se identifican) y que hace que los chicos me pidan no parar de leerles. He de decir que me encanta hacer los cambios de voz, las entonaciones y los matices con un volumen que le dan a la lectura esa magia que atrapa al oyente.
Recién terminado el libro el miércoles de la semana pasada, los chicos me han expresado su gusto por continuar con otro, e incluso, han preguntado a sus padres si el jueves, viernes o sábado santos habría conexión conmigo (y eso que varias veces les había dicho que hasta este lunes empezaríamos con un libro nuevo).
Inicié con 9 chicos, ahora son 17 y hay nuevas solicitudes.
Conversando con algunos papás, me comentan que también ellos están contentos al ver a sus hijos participar con entusiasmo. Algunos habían empezado sintiendo un poco de compromiso conmigo, y también, dudosos de que esta iniciativa fuera a resultar, pero ahora están más que agradecidos por todo lo novedoso que les ha resultado a sus chicos. Y también me doy cuenta que están siguiendo la historia de la lectura, o bien porque están a un lado (cosa que no está mal, además no se dejan ver en la pantalla) o bien porque los niños les van platicando o descubren conversaciones entre hermanos alrededor de la trama del libro (¡me parece una maravilla que así suceda!), o bien, porque alguna hermana imita mi lectura frente a sus hermanitos haciendo gestos, y una entonación propias de un gran lector en voz alta (¡qué simpático!).
La novedad, también ha sido para mí. He vuelto a descubrir que no basta tener la experiencia en algo tan común como saber leer, hace falta tener pasión para compartir este gusto y, para ello, se requiere reconocer el sentido, el por qué se hacen las cosas; entonces, me reconozco que soy porque Otro me hace y con esa conciencia me veo deseosa de también donarme a otros, colaborando de esta forma con Su Gloria.
Aunque algunos amigos me han preguntado por el costo de las sesiones, es claro para mí que no puedo cobrar en este tiempo de gran necesidad para todos ¡A mi también otros me han ayudado gratuitamente!
Además, los resultados han rebasado en mucho mis expectativas: primero, porque a través de estos rostros infantiles palpo y reconozco la compañía que me abraza; luego, porque experimento la correspondencia con las exigencias del corazón, como cuando hacemos la caritativa, y por último, porque viviendo esta experiencia corroboro que nada se pierde frente a la conciencia de saberse de Cristo, incluso este encierro ha resultado útil para favorecer la alegría entre nosotros.
¡Mirar a los pequeños que me han sido dados durante este breve tiempo, es una verdadera Gracia!
Estoy verdaderamente contenta y deseo que el Espíritu Santo me siga donando la creatividad e inteligencia para darle siempre belleza y sentido a este gesto.