México. La cuarentena: oportunidad para compartir lo más grande que tenemos
Para Malú y Rosalva la cuarentena se volvió la ocasión para dejarse desafiar por la realidad a través de un chat, y han emprendido la iniciativa de cocinar para una casa hogar con el deseo de compartir gratis lo que han recibido gratis.Durante esta cuarentena de ya varios meses, recibí la llamada de una amiga que me preguntó: ¿cómo estás?, respondo que muy bien, - y me sonreí casi con vergüenza de lo bien que me sentía - y no me refiero a que por gracia de Dios nadie de mi familia y amigos se ha contagiado o perdido el trabajo, o porque no que falten las dificultades-, pero vivo con la conciencia de pertenecer a un pueblo elegido por Dios, que es la gran Fraternidad de CL.
De aquí brota el reconocimiento de una plenitud de vida que se me da gratuitamente en medio de tanto sufrimiento, que provoca en mí una petición: "Señor hazme útil, ayúdame a servirTe, muéstrame el camino por dónde Tú quieras que yo vaya."
Descubrir esto no es automático, es una lucha diaria para dar mi SI, para que no venzan en mí los prejuicios y mis esquemas, siendo yo del grupo vulnerable, y estando en casa, no podía imaginar cómo podría hacerme útil a los demás, pues dar alguna ayuda económica no me era suficiente para estar tranquila, yo deseaba dar mi persona….
Pero Cristo no deja de sorprenderme, Él se ha hecho compañía carnal en mi pequeño grupo de fraternidad, en nuestra comunidad aquí en Merida, en las escuelas de comunidad con Carrón, y el libro que estamos viendo, Crear huellas en la historia del mundo, y por si eso fuera poco nuestro, el gran Papa Francisco nos abrió largamente las puertas de su casa. Todo esto me hizo estar más atenta a la realidad que me rodea, entre otras cosas a los chats, en uno de éstos, formado por mis vecinos, nació una petición:
“En estos momentos difíciles estamos todos luchando de una manera u otra. Hace 4 semanas, los donadores habituales de alimentos para la Fundación Emanuel (casa hogar de 14 niños y 5 adultos) suspendieron los programas... sólo tenemos comida para cuatro días. Si a alguien le interesa ayudar, favor de comunicarse conmigo. Su vecina, Alejandra”. Y así nació la aportación de algunos vecinos para ayudar con despensas a estos niños.
Pasados los días, al platicar con Alejandra y con mi fraterna Rosalva - que tenía las mismas inquietudes que yo- nos comprometimos a cocinar para ellos una vez cada 15 días, llevarles la comida a la casa hogar, con la esperanza de que, cuando termine la cuarentena, podamos cocinar directamente en la casa de ellos y para ellos.
A partir de que se publicó en el chat nuestra iniciativa, se agregaron otras personas. Chuy, uno de mis empleados, al vernos cocinar, nos propuso ir a recolectar entre los vecinos artículos que él sabía que, de las despensas que da el gobierno, no se consumen (las latas de atún, bolsas de pasta, etc.), como donación para que nosotras lo cocináramos. Así, fue que hablé con Alejandra para preguntarle si podíamos llevar comida el siguiente viernes- que no nos tocaba cocinar - pues teníamos esta donación. Al hablar con ella, me di cuenta de que hacer la comida era solo la punta del iceberg, el verdadero reto es educativo, todo un desafío.
Me siento muy muy agradecida por esta oportunidad de servir, por este carisma que me educa constantemente, y me corrige a través de la compañía; por la oportunidad que tengo de compartir la forma en que he sido educada a través del gesto fundamental de la caritativa y del fondo común; por estos niños; por Alejandra que ha sido el medio; y de que se implicó también mi hermano (que está de visita), así como de Chuy.
Como dice la Escuela de Comunidad: “en la posición del origen en el que el Acontecimiento hace surgir el conocimiento nuevo es la única posibilidad de relacionarse con la realidad sin prejuicios, teniendo en cuenta todos los factores”. (Crear Huellas en la historia del mundo).
Que obra tan bella y ¡qué grande es Dios!
Malú, comunidad de Mérida