La aventura de acompañar
Ante la provocación de un amigo de tomar en serio el gesto de acompañar al necesitado, más allá del de entregar una despensa, se abrió un horizonte inesperado de experiencia humana, de un verdadero conocimiento de la realidadA finales de Marzo cuando la pandemia del Covid 19 estaba entrando con mayor incidencia en Coatzacoalcos, me vi provocado por la invitación de un amigo, a estar atento a las necesidades de los más vulnerables; esto coincidió con la bella iniciativa del colectivo “Todos Unidos Por Coatza”, en la que se me pedía coordinar el grupo de crisis alimentaria. Para realizar esta tarea y poder ubicar personas y familias con necesidades reales y urgentes, me comuniqué con Xóchitl Mortera, una querida amiga entregada a las labores sociales de la ciudad, y con ella logramos conformar una lista de 40 personas, en su mayoría con enfermedades crónicas: diabetes, hipertensión, cancer, etc.
Para dar una ayuda digna y continua, hablé con mi amigo el Padre Julián de Morena, que me aconsejó no dar solo una despensa a estas personas, sino tratar de acompañarlas y de darles cercanía; esta provocación fue algo nuevo para mí, pero decidí seguirla.
La persona de la lista que me tocó acompañar fue Mariana, una mujer adulta, viuda, con diabetes, que vive sola, pues su hijo es camionero. A Mariana le asiste una vecina, una gran mujer, Victoria, que con toda gratuidad y amor siempre está pendiente de ella.
La primera entrega de despensas fue en la sede del Movimiento de Comunión y Liberación en Coatzacoalcos; yo no pude estar presente porque en ese momento estábamos con muchas precauciones, sin emabrgo, me enviaron la foto de Victoria recogiendo la despensa en representación de Mariana.
Una vez entregada la despensa era el momento de acompañar, y esto me suscitó varias preguntas. ¿Cómo voy acompañar a una desconocida? ¿Qué le voy a decir? ¿Qué puedo ofrecerle desde la comodidad de mi casa? El primer paso que di, fue llamarla un domingo, una llamada muy extraña porque ella se sorprendió que la llamara, y por obvias razones fue cortante; por eso, colgué un poco desilusionado y hasta molesto, y me di cuenta de cuán lejano estoy de los más necesitados, porque en efecto, no era para mí nada familiar una dinámica de este tipo.
Cada tres días enviaba un mensaje de Whats App a Mariana para preguntarle cómo estaba, si tenía alguna necesidad, a veces tardaba en contestar, y siempre la respuesta era “más o menos… ahí la llevamos gracias”, y cada domingo era una llamada que poco a poco se volvía un diálogo más cercano.
Cierto día, me llegó un mensaje de Victoria diciéndome que Mariana estaba mal a causa de las heridas provocadas por la diabetes, y que me pedía ayuda, pero que no se atrevia a pedirla. Accedí a ayudarles con la consulta de un médico particular, y les pedí que vinieran a mi casa, que yo les pagaba también el taxi (ahora reconozco también, qué lejano estaba de las colonias populares, como si ir ahí, fuera lo peor). Cuando llegaron a casa, tuve mi primer encuentro con Mariana, fue un gran impacto: apenas podía caminar, con las piernas todas vendadas, con el rostro visiblemente cansado y la voz baja; Victoria, agradecida, me dijo “después se lo pagamos, Arquitecto, gracias”. Frente a todo esto, no tuve más que silencio y conmoción, fue un cambio para mi, estar cerca de las heridas de alguien que no tiene las mismas oportunidades que tú, te cambia, te hace más humano; a partir de ese momento me sentí llamado a estar más cerca de Mariana y de las personas que entregábamos despensas.
Hoy Marianita, como le digo ahora de cariño, gracias a este acompañamiento humano en el que participamos muchos de manera directa e indirecta, está mucho mejor de salud, la sonrisa le ha vuelto, mis hijos la conocen y ahora mi esposa le prepara una despensa saludable, que yo voy personalmente a entregarle.
Ahora también, conozco más las colonias populares de mi ciudad, y he encontrado nuevos amigos, tantos héroes anónimos como Victoria que dan su vida por otros; he visto cómo la necesidad del hambre no la satisface una despensa o un proyecto político, por muy justo que sea, sino sólo la cumple la presencia de un amigo cercano, que te mira como un bien único, y que no te pide nada a cambio, como sucedió hace dos mil años.
Acompañar y no solo dar, me ha hecho crecer a mí, crecer en la gratuidad, entender el valor del dinero, del tiempo; necesito estar cerca de los más necesitados, porque me enseñan qué es lo esencial para vivir, a darme cuenta de que todos necesitamos de alguien que nos mire así.
Agradezco la provocación del Padre Julián de la Morena que confirma lo que en este tiempo se nos está recordando, ser hijos, para poder ser generado y también generar.
Oliverio, Coatzacolacos