Y el muro se derrumbó

La provocación para ser responsable de Litterae Communionis, y el recorrido humano ante las propias, aunque justas, resistencias: «La lucha contra el nihilismo se pone en juego ahí, en nuestra disponibilidad para interceptar y secundar ese “soplo”».

Hace unos días me pidieron ser la responsable de Litterae Communionis en Guadalajara. Confieso que me cayó como un balde de agua fría. Inmediatamente me surgieron mil excusas que justificaban plenamente porqué debía responder que no podía: yo estoy suscrita y no leo la revista, hace meses que ni la abro. Cómo puedo promover y vender algo que ni yo misma leo y hasta hace algunos días ni siquiera tenía la intención de volver a suscribirme por muchos motivos: es difícil de leer online; desde la pandemia hay mil cosas qué leer siempre y hasta me falta tiempo; están saliendo muchas cosas de Carrón, hay cosas por zoom, está el trabajo de EdeC, lo de Mikel, etc.; mi trabajo en el negocio es 80% en la computadora y ya no veo bien y se me cansan mucho los ojos; tengo muchísimas cosas que hacer y simplemente no tengo tiempo; la situación económica está muy difícil y la verdad estamos viviendo día a día, y a veces no cubrimos ni los gastos básicos.

Con todo esto hubo algo en mí corazón que no me permitió decir que no. Será lo que dice Carrón en su última Escuela de Comunidad. «Dios no puede hacer nada sin una apertura, sin una disponibilidad por nuestra parte». Y también, «Solo ves lo que admiras». Son cosas que he venido trabajando estos días y que van ablandando sin darme cuenta la capa dura de mi resistencia. Como dice una persona en la última escuela de Carrón, “citando a don Giussani, dices: «“…el Señor obra también con susurros. […] Aunque sea por un soplo, […] durante un momento, el hombre advierte un atractivo, una sugerencia, intuye algo que es más bello, que le corresponde más, que es mejor”. […] La lucha contra el nihilismo se pone en juego ahí, en ese momento, en nuestra disponibilidad para interceptar y secundar ese “soplo”» (cit. en Solo ves lo que admiras, pp. 33-34). ¡Derretida y desarmada! Mi vida es salvada constantemente por ese soplo, por esos momentos que te sacan de la fosa que tú misma te has cavado y en la que has caído, para hacer que sigas caminando”.

Llegó el día de la reunión por zoom de los responsables, y me conecté. Seguía en esta fase de arranque, de poder secundar ese “soplo” que me había golpeado y conmovido, pero la costra estaba dura de vencer y no lograba avanzar. No sabía qué hacer porque las dificultades no habían desaparecido, y seguía sacándole la vuelta a moverme con mil pretextos de que no tenía tiempo, y además no sabía cómo empezar - todo seguía siendo objeción y dificultad. La costra no cedía a pesar de saber desde dentro de mí que no podía retroceder, pero aun así, seguía como paralizada.

Hoy amanecí haciendo el trabajo de Escuela de Comunidad; retomé la escuela de Carrón y volví al testimonio de esta persona que decía: “Llega el diálogo con Azurmendi, que en un momento dado dice: «Vaciarse es estar dispuesto a que te digan cualquier cosa, a que tú no les digas nada. Tú estás para recibir algo. Si tú no te vacías, no vas a recibir nada. […] Vaciarse es estar dispuesto a ser amado» (cit. en Solo ves lo que admiras, p. 24). Más que un toque esto fue una llamarada para derretir la capa de hielo.”

Agarré el toro por los cuernos y viendo de frente el problema decidí entrar en acción. Lo primero que pensé fue que tenía que meterme al sitio de Litterae Communionis y desde allí ver qué quería Cristo de mí, aunque lo hice, quizás, con la “esperanza” de poderme convencerme yo misma de que no había nada por hacer. Allí se empezaron a derrumbar los muros; entré con una facilidad increíble a la página; mi nombre de usuario y mi contraseña estaban allí guardados; lo primero que me sorprendió fue que la página la habían actualizado y cambiado, y que la navegación era más sencilla y, de inmediato, me empecé a dar cuenta de muchas cosas, y pude darme cuenta de mis prejuicios. Enseguida, abrí la revista #5 de septiembre y octubre, y al empezar a ver el editorial, las cartas, los artículos, me sentí totalmente abrazada y correspondida; fue para mí una gran sorpresa; me di cuenta de toda la riqueza que tenía frente a mí y de la falta que me hacía. Me di cuenta de mi necedad y cerrazón, y sentí la gran necesidad que tengo. Sé que esto que tengo delante lo tengo que compartir.

Aún no tengo idea de cómo hacerle, qué hacer, por dónde empezar, porque sigue siendo cierto que no tengo dinero para suscribirme y sigo aquí encerrada sin posibilidad de moverme, somos muy poquitos en la comunidad de Guadalajara, y no todos participan en Escuela de Comunidad. Sólo somos 2 o 3 personas suscritas.

Hoy, entrar en el sitio de Litterae fue un acontecimiento, tuve un encuentro. «¿Por qué no lo miraba?».

Podría citar mil cosas más de estos textos que estamos trabajando que me hicieron entender, poder mirar, pero me quedo con esto:
«…¿por qué, a pesar de estos instantes que nos salvan de la nada, nos obstinamos en no mirarlos, o solo les damos crédito el tiempo que necesitamos para recuperarnos? No me escandaliza el olvido ni el hecho de ser continuamente rescatada, sino la obstinación con que seguimos huyendo a pesar de haber sentido siempre en nuestra vida el calor de este gran abrazo que nos salva y nos libera, todos los santos días. Gracias por no cansarte nunca de repetir y de rescatarnos».

«Muchas veces, a pesar de vivir la experiencia del movimiento durante años, podemos no ver porque es como si nos hubiéramos equipado para defendernos de la novedad, por acostumbrarnos a las cosas, como con una costra –un «esquema», dice don Giussani en el primer capítulo de El sentido religioso– que se superpone a nuestra mirada. Pero lo sorprendente es que, sea cual sea esa costra, ese cúmulo de prejuicios, si uno se deja tocar verdaderamente por lo que el Misterio hace suceder ante sus ojos, ve cómo se quita de encima todas esas capas que lo cubren».

Chata Iglesias, Guadalajara, noviembre de 2020