Bastaron la pregunta de Oliverio: “ ¿qué te pareció el encuentro con Bernard Sholtz?” y mi respuesta, para darme cuenta del interés que provoca en mí un encuentro así. Este diálogo lo experimenta alguien que hace un camino como el nuestro, interesado por la realidad y por ayudarnos a comprender más el momento histórico y político que vivimos. Respondí: “Un encuentro vibrante que nos llena de esperanza, que nos hace reconocer lo que es la buena politica. Sin reducir nada, que ayuda a ver mas allá de la votación con testimonios que ayudan aterrizarlo de una manera concreta”. Mi respuesta me hizo entender la enseñanza de Don Giussani sobre el vivir intensamente la realidad, sin censurar ni renegar nada de, en este caso, la situación política que vive México de: polarización, imposición ideológica y contrastes que giran en polos de indiferencia o radicalización extrema.

El encuentro con Sholtz, significó toparme con una persona que te ayuda a mirar la realidad de manera distinta, fue como salir del torbellino y la marea de las circunstancias para entrar en la dimensión de lo real. Sus palabras en torno a la política fueron tan correspondientes que sentí vibrar esas exigencias dentro de mí para ser esa diferencia cambiada en la realidad que me toca vivir. Comprendí que esa diferencia no es en solitario sino en comunidad, es en la comunidad en donde se origina esa diferencia. Construyendo juntos la obra de “Otro”en la que nos invita a colaborar. Esto lo entendí en los testimonios, me sentí parte de ellos participando de una forma u otra por el hecho de pertenecer a la compañía, adhiriendome a las propuestas que se me hacen. Tal fue el caso del proyecto del banco de alimentos de Coatzacoalcos, cuando Oliverio me invitó a participar, o bien, el caso del proyecto de Digna inclusión de AVSI de México a favor de los niños, niñas y adolescentes migrantes presentado por Rossana Stancci. Nuestra comunidad organizó un gesto para ofrecer un libro de cocina y recabar fondos y unirnos así a este proyecto. Viví muy de cerca el proyecto de lectura de Lulú, porque mis sobrinos, hijos de mi hermano Guillermo, participan y me cuentan de su entusiasmo.

Vivir todo esto me hace preguntarme: ¿Por qué un encuentro como el de Sholtz me llena de esperanza? Porque es encontrarse con alguien en quien se produce esa vibración en la que uno intercepta algo que está a la altura de la vida, “signo de una espera que tiene raíces profundas en nosotros, que coincide con nosotros”.

Vivir este encuentro, escuchar los testimonios y mirarme en acción me hace comprender lo que me ha sucedido y lo que me sigue aferrando, que es una compañía que me ayuda a caminar hacia mi destino. Me hace comprender también por qué el Papa dice que la buena política está al servicio de la paz y que puede convertirse en “una forma inminente de la caridad”.

Maria Rosa, comunidad de Monterrey.