México. ¿Dónde, cómo y con quién he aprendido a acoger al otro?

Una amiga comparte un hecho inédito que con su familia vivió la Navidad pasada, «gracias, Señor, porque hoy estás naciendo de nuevo en esta casa».

El año 2020 fue un maestro para mí de lo “imprevisto”. Cada mes, cada semana, cada día viví muchos “imprevistos” que para mí son signos de la Presencia con mayúscula y para recordarme que yo puedo pensar que mi vida la tengo “planeada” y que una y otra vez el Misterio me recuerda que mi vida la hace Otro.

Sería interminable la lista que puedo mencionar de imprevistos, aclarando que algunos de ellos fueron imprevistos que me llenaron de alegría, gozo, esperanza, fe, crecimiento espiritual pero también hubo imprevistos que me causaron tristeza, preocupación, confusión, dolor… sin embargo, como en el texto dice: “En la casa, en la familia, entre esos amigos, nos encontramos continuamente con el Acontecimiento de esa Presencia, que si la reconocemos, cambia la mirada y el sentimiento de uno mismo y de las cosas”.

La celebración de Navidad con mi familia resultó “un imprevisto más”… si alguien me hubiera preguntado: ¿Cómo piensas que vas celebrar la Navidad este año?, confieso que no le hubiera atinado nunca. Por un lado, mi mamá nos comunicó que con el dolor de su corazón este año no podríamos celebrar como acostumbramos celebrar mis hermanos, sus familias y la mía con ella, pues teníamos que seguirnos cuidando, que viéramos esta situación, como una oportunidad para ofrecerla como sacrificio y para valorar todos las veces que hemos celebrado juntos a lo largo de nuestra vida distintas festividades y pidiendo a Dios que podamos volver a hacerlo pronto. Luego, mis hijos me comunicaron que tampoco tendrían la cena tradicional de Navidad con la familia de su papá y entonces, ante esta situación les propuse que este año los 4, el mero 24, hiciéramos entre todos la cena, dispusiéramos juntos la mesa y que aunque esta fuera una Navidad distinta pudiera ser especial y agradable para todos.

A todo esto le agregamos que mis hijos me pidieron si podían decirle a su papá, que si quería venir, para que no la pasara solo pues recientemente terminó su relación con la pareja que tenía. Les dije que si el quería, era bienvenido y la respuesta de él fue que claro que sí y que le encantaba la idea de preparar entre todos la cena… Fue una noche sumamente especial donde pude experimentar en rostros concretos a Cristo.

¿Cómo pudimos vivir lo que vivimos esa noche?… cuando estábamos los 5 en la cocina, unos partiendo unas cosas, otros meneando la olla, otro sirviéndonos de tomar, etc… yo decía: Gracias Jesús porque hoy estás naciendo de nuevo en esta casa y recordaba lo que alguna vez leímos y me impactó mucho: “Nadie puede generar si no ha sido generado”.
Y me preguntaba: ¿Dónde, cómo y con quién he aprendido a acoger al otro, a mirar al otro con la mirada de Cristo?, ¿Dónde he experimentado en primera persona el valor de mi propia persona y el valor del otro a pesar de las diferencias de creencia, pensar, actuar y por encima de eso pueda establecer un diálogo cordial con quien esté frente a mi?… como dice el texto: “Uno aprende de las mismas dificultades de relación iluminadas por el juicio que permite su Presencia, a ver en el otro el misterio de Cristo. Por eso la relación con todas las cosas se convierte en ocasión de bien dentro del transcurso del presente, en algo continuamente capaz de recuperarnos, de provocar alegría, de ser fuente de gozo, de seguridad y de amor, cuya culminación es el perdón”.

”La morada (familia) indica una realidad en la que se viven las relaciones cotidianas con paciencia, con comprensión, donde todo es para nosotros, donde todo nos acoge, donde todo nos empuja a la esperanza, donde todo cura las heridas, donde todos nosotros por entero, todo lo que somos, es aceptado. Fuera de la Iglesia todo se hace pedazos y se desintegra. Por eso, inversamente c/u de nosotros, está llamado a ser reconstructor de ruinas antiguas, de humanidades destruidas”.

¿Cómo no agradecer a Dios por su preferencia? ¿Cómo no agradecer que pertenezco a la Iglesia, a una comunidad en donde tuve mi primer Encuentro, donde fui acogida por rostros concretos sin saber ellos quien era yo ni como era y también donde gracias a la Caritativa he ido descubriendo el verdadero sentido de la gratuidad y la caridad.

Maricarmen