La experiencia de la belleza de la vida dentro de la enfermedad

Testimonios JIC en México: Elizabeth, de la comunidad de Mérida, abrazada por el amor de su esposo, sus hijos y amigos, junto con el trabajo de Escuela de comunidad, testimonia que la vida es bella aun dentro de la enfermedad

Durante mi adolescencia comencé a tener unos síntomas muy extraños: falta de energía, mucha sed, frío cuando había calor y viceversa. Mis amigas pensaban que era una falta de interés por salir de esa etapa de mi vida. En algunas ocasiones tenía mareos constantes y desmayos ocasionales. Los médicos atribuían estos síntomas al calor o a mi tiroides. Pasaron los años, me casé y a uno de mis hijos, después de visitar varios médicos y haber tenido a sus corta edad de 4 años unos desmayos en el colegio y en casa le detectaron “disautonomía”, enfermedad que resultó ser hereditaria y así descubrimos que yo también la padecía. Pasaron los años y llegó mi cuarta hija, a 13 días del inicio de la Pandemia por Covid 19. Fue un periodo muy duro: con mis cuatro hijos en clases por Zoom, sin ayuda porque mi esposo nunca trabajó desde casa, excesiva actividad y sin tiempo de descanso.

Al regreso a la vida post pandemia todos mis síntomas se me dispararon… me sentía con sólo un 10% de mis energías, días en los que simplemente no me podía mover, dolores musculares, mareos, agotamiento de los músculos, sentirme a punto del desmayarme, entre otros síntomas. Fue cuando mi esposo y yo comenzamos un camino de oración, empezamos a pedir ayuda a la familia y a los amigos, pero sobre todo a Dios y a la Virgen. Fueron ocasiones donde me encontraba sin fuerzas para levantarme, mi cuerpo no reaccionaba. Fueron días para pedir a Dios que me ayudara a encontrar una solución para una mejor calidad de vida, ya que la disautonomía no se cura, solo se controla y cada persona puede tener síntomas con diferente intensidad. En ese momento todo lo veía muy complicado, me sentí culpable de no poder hacer todo lo que antes hacía, de cargarle la mano a mi esposo, quien siempre tuvo la paciencia y el amor, y me ayudó a aclarar cosas en mí, como por ejemplo reconocer que yo no me hice sola y que si Dios me hizo así era por una razón... Necesitaba ir al fondo de eso.

Así, poco a poco, rezando, llegué con un doctor que mi esposo me recomendó, y gracias a Dios las cosas fueron mejorando. Este camino ha sido muy bello porque, a pesar de que por esta condición he perdido varias amistades por no tener una vida social, también Dios ha puesto en mi camino amistades verdaderas, que entienden lo que vivo. Ha sido un camino lleno de rostros concretos, de amigos del Movimiento de CL, en ellos veo el rostro de Cristo, claro y palpable, siento el abrazo fuerte de un Padre bueno que me ama tal cual soy.

Este camino me ha ayudado a reconocer que, gracias a la compañía de CL, mi esposo me camina conmigo y vive esta circunstancia de un modo que no es común. A diario veo cuánto me ama Cristo en el rostro de mi esposo y de mis cuatro hijos, de mi mamá, y de tantos familiares y amigos. Al inicio, cuando los síntomas eran más fuertes, me preguntaba por qué me pasaba todo eso, y le pedía a Dios que me devolviera la salud; hoy, después de mucha escuela de comunidad, de pertenecer a la compañía, sólo le agradezco a Dios por todo lo que estoy viviendo, porque me hace valorar cada mínimo detalle. Hay días que puedo vestirme, hay días que no puedo, pero a pesar de eso, agradezco a Dios por ayudar a mis hijos y por cada detalle que vivo cada día y siento como un verdadero regalo. Aunque vendrán días en los que me sentiré mal, sé que Dios me regalará otros en los que podré sentirme bien, agradecida y bendecida por eso. Sin duda si no estuviera en CL no vería la disautonomía de esta manera. Doy gracias a Dios por la gracia de pertenecer a esta compañía que me ayuda enormemente a vivir mi realidad de una manera más bella. Sé que esta circunstancia difícil y dolorosa se vuelve una ocasión de agradecimiento y de sentir el amor de Cristo en cada momento.

Elizabeth, Mérida