Foto: duoterapia

La fe que crece dentro de una Iglesia que abraza

Testimonios JIC, México: El abrazo del Padre, por medio de la Iglesia que acoge y de rostros amigos, es la experiencia de Ismael y Julia, de Coatza, quienes son divorciados y vueltos a casar

Queremos agradecer a nuestro buen amigo Luciano por esta invitación, es un privilegio compartir nuestro testimonio de cómo la fe nos ha ayudado en nuestra vida matrimonial.

Somos un matrimonio de Divorciados Vueltos a Casar (DVC); es decir, un matrimonio en el que, cuando menos uno de los dos está casado por la Iglesia –que en nuestro caso soy yo– con una tercera persona y que por diversas situaciones o circunstancias ese matrimonio fracasó, por lo que nos encontramos en una situación irregular con relación al sacramento del matrimonio.

Estando en esa situación es difícil volver a creer, volver a tener fe, si es que la hubo, acercarse a la Iglesia, participar de su vida, por temor de sentirse rechazado, señalado, juzgado. No me daba cuenta o no aceptaba que el primero que ha rechazado a la Iglesia he sido yo al no cumplir los mandamientos de Dios y faltando a la promesa que hice ante un altar y entonces la juzgo, la critico y no quiero saber nada de ella. Pero en esta situación es también cuando más sientes la necesidad de sostenerte de “algo”, para no volver a fracasar en tu matrimonio e ir brincando de una relación a otra y terminar cada vez más insatisfecho y vacío.

Así, juntos, siempre juntos, empezamos a acercarnos a la Iglesia, buscando “ese algo” que nos sostuviera y ayudara a fortalecer nuestra relación, sabiendo y aceptando perfectamente nuestra situación. Al inicio sólo era ir a misa los domingos, ocupando la última banca del templo, sin embargo Dios ya nos tenía preparado algo. Él está siempre atento a nuestras necesidades y sabe perfectamente lo que necesitamos. Es así que, con una actitud de humildad y dispuestos a servir, fuimos invitados para unirnos a una comunidad y a los diferentes servicios que se dan dentro de la iglesia. La primera comunidad.

En todo momento encontramos una Iglesia de puertas abiertas que nos acogió y no nos juzgó por nuestra situación. Un sacerdote, Miguel Ángel Ramos, ha sido parte fundamental para traernos de vuelta a la casa del Padre con su apoyo y amistad. En este caminar hemos aprendido que es por medio de la fe como nos abrazamos a la obra salvadora de Jesús. ¿Y como se alimenta y fortalece la fe? Se alimenta y fortalece con la oración, con la oración asidua, orando el uno por el otro, orando juntos, que es algo que también hemos aprendido a hacer, ponernos de rodillas al iniciar el día para orar.

Una persona puede vivir para acumular cosas, para cosechar aplausos, para cuidar la imagen, para buscar placeres inmediatos. Pero también puede descubrir que todo eso pasa y adentro en el corazón sólo queda el vacío. Cuando descubre eso, puede reconocer que lo mejor es cultivar el corazón, educar el espíritu, desarrollar un estilo de vida más noble. Ese ya es un gran paso, porque en el fondo lo único que nos quedará es lo que llevemos dentro.

Sin embargo, este camino de crecimiento puede realizarse por vanidad, por orgullo, por vanagloria, por el deseo de sentirse grande, santo, diferente. Entonces no será una verdadera maduración, porque así lo que habrá dentro del corazón será simplemente vanidad. Es necesario pedir todos los días que el Señor derrame en nosotros su gracia, el fuego del Espíritu que nos purifique de toda intención torcida. Además de esforzarnos, hace falta que nos dejemos formar por el Espíritu Santo, que nos dejemos modelar y transformar con su gracia y permitamos que Él haga lo que quiera con nosotros. Seguramente, él hará algo más bello que lo que nosotros podamos imaginar.

Ismael, Coatza


En nuestro matrimonio, quien tiene el sacramento es él. Sin embargo, aunque yo no me había casado hasta antes de conocerle, también tenía una vida muy desordenada y por lo mismo no lograba tener una familia como era mi deseo.

Tenía unos pequeños negocios por lo que me sentía independiente y autosuficiente y también bastante sola al no tener con quién compartir los logros y los fracasos. Entonces, decidí venir a vivir con Ismael a Coatza, sin conocer a nadie. Ni amigos ni familia. Al principio estaba muy emocionada, pero al pasar algún tiempo comencé a tener sospechas de infidelidad, y otra vez tratando de hacer las cosas a mi modo. Hasta que de repente un día ya no me fui a buscarlo sino que llegué a la capilla de adoración, y me quedé allí dos horas. Cuando salí, mi corazón tenía paz. Al otro día volví a la capilla y sólo pedía: “Señor, yo no sé dónde está, pero Tú sí sabes, tráelo aquí a tus pies”. Y así muchos días.
En un determinado momento, el Señor me hizo ver que ahí estaba a sus pies como yo le pedía, para Gloria Suya. El Señor no sólo transformo su corazón, sino que al orar por él, yo también cambié mi corazón.

Y ahora trabajamos para la pastoral familiar diocesana, tenemos el encargo de los matrimonios de divorciados vueltos a casar, atención a mujeres y familias en situaciones difíciles.

Julia Alicia, Coatza