Lo que nos apremia

El juicio del Movimiento de Comunión y Liberación en México, luego de las pasadas elecciones del 2 de junio de 2024
Comunión y Liberación, México

El pasado 2 de junio tuvieron lugar en México las elecciones más grandes de su todavía breve historia democrática. Lamentablemente, el cuantioso número de cargos de gobierno a renovarse no fue la única noticia en torno a las campañas, el proceso también estuvo marcado por hechos de violencia que como ciudadanía tenemos el riesgo de “normalizar”. El debate público posterior a la jornada pareció concentrarse en otros asuntos, relegando la exigencia de paz y de bien que alberga en todos nosotros.

El resultado electoral indica que la propuesta del gobierno actual ha recibido la confirmación de amplios sectores de la ciudadanía. El análisis que pueda hacerse de estos resultados es un ejercicio importante; pero es indispensable saber juzgar sin caer en la reactividad del “me gusta” o el “no me gusta”, o en una asimilación acrítica de los poderes en turno. Uno de los riesgos de un resultado tan contundente, al margen de nuestras legítimas preferencias políticas, es la tentación de hacernos irresponsables ante el presente político, ya sea porque “no hay nada que hacer” por nuestra parte o porque “ya todo está hecho”. La participación electoral, si bien es importante, no es la única modalidad de colaboración política activa, y por lo mismo, no debe ser justificación entre nosotros de un “sedentarismo social”.

Ante los desafíos y posibilidades del nuevo escenario, lo que más nos apremia es ser protagonistas de nuestra historia, que implica ser ciudadanos libres y atentos al bien de todos. Se trata, una vez más, de comparar cada circunstancia con las exigencias de justicia, belleza, paz y verdad a las que estamos llamados a responder en primera persona, sostenidos por la compañía de amigos en la que con asombro experimentamos la comunión con el Dios vivo y Señor de la Historia.

El Papa Francisco, en su Encíclica Fratelli Tutti, nos exhorta a asumir riesgos y a vivir la amistad social como camino del que pueden surgir las obras fecundas del encuentro y el diálogo. Creemos que el compromiso con la realidad y el diálogo verdadero –con el otro, el diferente– son el mejor camino para superar la polarización en nuestra querida patria. Sabemos que este esfuerzo no pasa por la actitud de resignación pasiva o renuncia a algún grupo entre nosotros, ni por un acomodado triunfalismo, sino por la búsqueda cotidiana del bien de todos, el que está a nuestro alcance, y en ello, la fraternidad como máxima apertura al bien.

En la familia, en el trabajo, en la ciudad, como en el país, la democracia efectiva y operante que todos deseamos nace en el terreno fértil de la convivencia en el día a día. Que las actuales circunstancias sean ocasión para el encuentro con nuestros hermanos, y para seguir generando bienes sociales en los diversos ambientes en los que el Señor nos ha puesto.

En el movimiento eclesial de Comunión y Liberación estamos ciertos de ser protagonistas, partícipes y colaboradores en la construcción de una ciudadanía para el bien de todos. Con nuestra disponibilidad para dialogar y la certeza firme de que Cristo es el Señor de la historia, confiamos en que juntos podremos construir una sociedad más justa, libre y madura.