Aprender a ser hijos hace fecunda la vida

Descubrirse contagiada por el COVID-19 de un momento a otro ha sido la ocasión para percibir la necesidad de reconocer al Padre como origen de todo, de reconocerse hija, y descubrir la belleza de la compañía a través del carisma

Comencé a estar enferma, mi cuerpo no era el mismo, pensé sería un resfriado común, pero al enterarme por medio mi hijo que su novia estaba infectada de COVID, comprendí que también yo lo estaba. Lo sabía porque había estado en contacto con ella el fin de semana anterior; antes de hacerme la prueba, percibí en un momento la necesidad de tener un encuentro, de reconocer que el “Padre es el origen de todas las cosas del que proviene y de Quien derivan en última instancia todas las cosas”, volver al origen sintiéndome su hija, como su Hijo en el Calvario, poniéndome en sus manos, y confiar como “hijos en el Hijo”. He reconocido ese origen que me hace poner en el Padre toda esa incertidumbre y enfermedad. Vivo la experiencia de sentirme la más pequeña de sus hijos, de entregarle toda mi confianza, porque reconozco que “mi vida es cumplir su obra”, y retomo lo del texto “por qué atormentarse si es tan simple obedecer”. Solo es obedecer y dejarme guiar, porque todo lo que se me presente en adelante es para mi bien, y se dará por añadidura lo que el Padre quiera de mí, no depende de mí sino de Otro.

Este acontecimiento ha hecho que ahora dependa de mi hija, que ella se convierta en la madre, la que da cuidados, la que prepara los alimentos y está al pendiente de lo que suceda en función de mi salud. “Nuestra vida depende de Otro y está en función de Otro” esto es experimentar su amor en los seres que nos cuidan, y es así como se me abre la oportunidad de vivir también esa experiencia a través de este episodio. Entiendo que es necesario no ser yo la que dicte, la que ordene, porque ahora es simple comprender que debo estar quieta por un tiempo hasta que se me indique lo contrario.

Estar atenta día a día, cómo me siento; poner atención en lo que percibo ha sido algo que no acostumbraba; mirarme, atenderme, no veía importante hacerlo. Ahora vivo la oportunidad grata de ver la empatía de los seres que me rodean que con atención y buen gesto me han estado acompañando con su presencia. Nos indica el texto “es en el seno de la comunidad donde brotan y florecen los dones con los cuales nos dota el Padre; y es en el seno de la comunidad donde se aprende a reconocerlos como un signo de su amor por todos sus hijos” compruebo así que esa presencia es un regalo de su espíritu a través de este “carisma” y es a través de esa presencia que me hace sentir el espíritu de Cristo a través de cada llamada telefónica que me hacen para saber cómo estoy; en los mensajes de cariño, en la atención de mis hijos, en la presencia de todos y cada uno de los que se han preocupado por mí. Entiendo también que es necesario de mi parte que “esté disponible para dejarme generar por ella”. Dice el texto “de la disponibilidad para ser hijos depende toda la fecundidad de nuestra vida”.

Doy gracias al Señor porque a través de esta enfermedad se voltearon los papeles de mi roll de mamá, sé que fue una oportunidad para dejar ser al otro que está a mi lado y también sentir de cerca al que está a la distancia. Ha sido un bien para reconocer lo que nos dice el texto “quien acepta seguir a Jesús haciéndose hijo suyo se sorprenderá de la novedad que empieza a suceder en su vida”.

Angelina, Monterrey