Foto: Rendrijero

México. ¿Es razonable arriesgar?

Una iniciativa del Movimiento, la resistencia inicial para participar en esta y el descubrimiento de la alegría que brota de la disponibilidad de corazón. Mirna cuenta qué le ayudó a cambiar la mirada.

Inicio con el texto de los Ejercicios de la Fraternidad: “¿Cómo reconocer, entre tantos rostros humanos parecidos, el rostro? [...] El único criterio adecuado para reconocer las presencias que llevan consigo un significado adecuado para la vida es el corazón, con todo ese conjunto de evidencias y exigencias –de verdad, belleza, justicia, felicidad- que salen a la luz en nosotros cuando estamos comprometidos con lo que probamos”.

Entiendo que sea esta la experiencia que hacemos, de forma madura, con el camino que hemos de recorrer para llegar a esas exigencias del corazón de las que ha hablado don Julián en el texto de los Ejercicios.

En la Revista Litterae Communionis se lee: “¿Es razonable arriesgar? Depende de lo que hayas encontrado”, porque afrontando todo puedes verificar la utilidad que tiene la fe para vivir. Por la necesidad de ir más allá de la apariencia, de tocar con tus manos “si existe la nada o el ser”.

Hace unos días nos hicieron la invitación a hacer una aportación a AVSI, a través de un concierto. Bueno, podíamos aportar la cantidad que quisiéramos, pero el boleto tenía un costo de $1,000. La verdad no le tomé mucha atención en ese momento, Varios días después valoré el asistir o no a la Velada de la Esperanza.

Mis puntos a evaluar eran 2: el económico y el día en que se iba a realizar el concierto. En lo económico valoré que he tenido últimamente muchos gastos, muchos. En lo concerniente al día del evento, siempre he creído y vivido los domingos en forma familiar, por lo que pasamos el día juntos y comemos y departimos en familia. Este había sido mi juicio. Sin embargo, mi corazón sabía que era un gesto del movimiento. No era sólo la propuesta del concierto. Y, en los gestos que he participado sólo he encontrado esa correspondencia al corazón de la que nos habla don Julián. Sin embargo, mi yo racional había decidido que no podía asistir.

Un jueves por la mañana, cuando escuchaba la misa de los Franciscanos de María, entró una llamada, era Eva. Me dijo que tenía un boleto donado y que ella pensó ¡en mí! Esto me descolocó, sucedió el imprevisto, me hizo ver algo que le pido a Dios todos los días: que yo vea cómo Él me sorprende. Sin embargo, no acepté de inmediato, sino que le dije a Eva, con esa libertad que me ha dado el movimiento, que le regresaría la llamada porque no era sólo el costo del boleto, sino que también era el día en que se iba a realizar. Fui a platicar con mi hijo (al que no le había dicho nada del concierto), le expliqué de qué se trataba y, además, le hablé del precio y, antes de que él comentara algo del dinero, le recordé que mi sobrina me había hecho un generoso regalo en efectivo, así que podíamos disponer de una parte de ese dinero para que él también fuera. Fue mi corazón el que le habló al corazón de Juan Fernando, porque él también dijo sí.

Fue muy bello descubrir que sólo necesito estar disponible, hacer memoria de lo que he encontrado en el Movimiento, y ver, como dice don Giussani, «que la experiencia no debe ser entendida como una “inmediatez sentimental”, sino como “el lugar en que el impacto con la realidad provoca las exigencias constitutivas del corazón del hombre, desarrollando la búsqueda de una respuesta a las provocaciones que plantea la realidad”». Tuve en mí el recuerdo de las experiencias pasadas y dije sí a la invitación.

La Velada de la Esperanza estuvo cargada de vivencias, primero, el ver rostros familiares ¡tan queridos! y poder platicar de cerca con ellos ¡fue de otro mundo!, sobre todo después de más de un año de no verles en vivo y a todo color. Luego, el concierto… que iniciaran con el tema: “Gracias a la vida”, música que me estremeció porque me hizo agradecer a Dios por tantas bendiciones recibidas. Escuché y disfruté todas las melodías, vi cómo el gesto estuvo tan cuidado siempre, en fin, esta experiencia me dejó el corazón lleno de alegría. Estoy muy agradecida con Malú por su generosidad donando su boleto, y con Eva por pensar en mí para ofrecérmelo.

Mirna, Coatza